martes, 14 de septiembre de 2010

La Mentira es faltar a la verdad. Es una afirmación falsa que crea una idea o una imagen también falsa.
Pero la mentira “tiene patas cortas”, es decir, que no llega muy lejos; porque los mentirosos tienen que tener ante todo muy buena memoria, si no quieren ser descubiertos.
El que miente necesita falsear la verdad para dar una imagen diferente de la que realmente tiene. No está conforme consigo mismo y en lugar de mejorarse auténticamente se oculta tras una máscara o disfraz inconsistente.
Una mentira es el comienzo de una cadena de mentiras infinitas que hace que el mentiroso produzca en los demás una imagen de personalidad caótica.
La mentira tiene la función de fabricar personas y mundos falsos que hasta el que los inventa se los cree.
Una vez que se ha instalado el hábito de mentir es muy difícil salir de él; porque la confianza de los otros se pierde diciendo una sola mentira y para recuperarla pueden pasar mucho tiempo.
El que miente se está mintiendo a si mismo convirtiéndose en alguien irreal que no existe.
Hay muchas formas de mentir. Están las mentiras piadosas que son para no herir susceptibilidades, aunque siempre es mejor pecar por omisión antes de caer en una mentira.
También hay mentiras colectivas, como las noticias de los diarios, las revistas, la radio o la televisión que la mayoría de las veces responden a intereses espurios.
Hay mentiras familiares, que son las que sostienen a algunas familias, que aunque mientan todos por lo general igualmente se desmoronan.
Siempre se puede cambiar de este modo de ser, comenzando por emprender la maravillosa aventura de ser sincero y aprender a valorarse.
El que miente es como un barco que hace agua hasta que se hunde irremediablemente en lo más profundo, a veces perdiendo lo que más quiere.
El que quiere cambiar puede hacerlo sea quien sea, lo importante es querer hacerlo, porque querer cambiar es ya haber cambiado.

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